Blogia
Las Pequeñas Paranoyas de Motagirl

Experimental XLIV

Como siempre digo, soy una señora muy ocupada y sin conexión estable a internet, lo que me dificulta enormemente postear con la frecuencia que realmente me gustaría. De hecho, durante esta semana he estado fantaseando con bastante seriedad en cerrar el blog (sin avisar, of course), pero tampoco es eso lo que quiero. 

En adelante, y durante una temporada, creo que me conformaré simplemente con escribir cuando pueda o cuando sienta que tengoquehacerlo (como ahora), más o menos cripticamente (otra vez: como ahora). Estaba además mucho tiempo (casi dos años) sin dejar caer por aquí ninguno de mis fantabulosos "Experimentales", y cuando la inspiración me dio una colleja hace unos días mientras me lavaba los dientes (nunca sabes cuándo va a aparecer) supe que no podría resistirme a publicar este. Lo he estado incubando unos días y hoy finalmente ha tomado forma. Aunque no me siento en absoluto contenta con el resultado (hace demasiado que no hago esto y no consigo que las palabras expresen al 100% lo que tengo en la cabeza), creo que es bastante aceptable porque a) cuento lo que quiero contar ,  b) está lo razonablemente embrollado para que no cuente lo que no quiero contar y c) en este no muere nadie (¡milagro!). Nos hacemos mayores. ¡Disfruten!

/***************/

 

Él llegó a casa, arrojando las llaves y la camiseta sobre el sillón de la esquina en un rápido movimiento. Era mayo, pero ya hacía bastante calor. Encendió el ordenador con aire distraído, mientras buscaba algo comestible en la cocina. Tuvo suerte, todavía le quedaba una pizza. La metió en el microondas, y se repantigó en el sillón de la esquina (ya que de hecho, era una de las pocas piezas de mobiliario de la casa). Hizo algo de zapping en la tele, sin mirarla realmente. Pensó en su día: había estado bastante bien, aunque su mente había estado totalmente entretenida pensando en lo que pudiera estar ocurriendo en otro lugar a cientos de kilómetros de distancia. Se terminó de convencer de que aquello no era problema suyo, y de que aunque lo fuera, él no podía hacer nada. Apagó el televisor, y puso su ordenador sobre sus rodillas. Tecleó distraídamente algunos comandos, y justo en el momento que el microondas indicaba que había terminado su labor, lo vió. En su pantalla. Los dos círculos. Casi solapados. Se quedó helado de terror por lo que pudiera estar pasando a cientos de kilómetros de distancia, fuera de su alcance. Pasaron varios minutos en los que no pudo moverse ni razonar. Se aferró al "casi" con todas sus fuerzas, y se esforzó en que su voz fuera normal para hacer una llamada aparentemente inocente y comprobar que todo iba bien. "Todo va bien"- se repitió a sí mismo. Era curioso, porque al mismo tiempo que intentaba convencerse de ello, estaba seguro de que no iba bien, de que hacía demasiado tiempo que todo aquello no iba bien. Olvidó la pizza, se preparó un café, y se dispuso a pasar la noche en vela, vigilando atentamente las posiciones relativas de aquellos dos círculos que pendían sobre sus pensamientos como una sentencia funesta.

Ella llegó a casa, arrojando las llaves y la camiseta sobre la cama que llenaba toda la habitación. Era septiembre, pero todavía hacía bastante calor. Encendió el ordenador con aire distraído. Mientras este hacía su trabajo, llegó hasta la cocina y metió una pizza en el horno. Encendió las luces del salón y, mirando al exterior a través de la cristalera, pensó. Su día había sido fantástico, casi perfecto, y sin embargo, aquella nubecita negra seguía planeando sobre sus pensamientos. Se dijo a sí  misma que aquello no era problema suyo, y siguió observando los zancudos y fanfarrias que animaban la calle allá abajo. Parecía una gran fiesta, y se preguntó si debería bajar a participar. Se alejó de la ventana para dedicar toda su atención al delicioso olor que atravesaba las puertas de la cocina, y entonces lo vió. En su pantalla. Los dos círculos. Uno encima del otro con una precisión casi insultante.  "NO"- se dijo a sí misma- "Ni de coña". Apagó el ordenador, apagó el horno, apagó las luces y se metió en la cama. Y se dió cuenta de una cosa: la nubecita negra se había quedado fuera, y descendía con rapidez para mezclarse con los vecinos en la verbena.

Él miró al balcón, donde una luz acababa de apagarse. Y entonces, lo supo.

De pronto, era noviembre y sólo quedaba un círculo en la pantalla. No se lo pensaba poner fácil. Sabían que nadie debería ver el desastre avanzando lentamente, imposible de esquivar.

 

3 comentarios

motagirl2 -

Es bueno ver que sigues por aquí :) Un besazo!

Juanma -

Uuuu... no sé, qué mal royo los circulitos esos.

¡Un beso!

Hume -

...el equipaje de los "muertos" es dificil de mirar ...