Blogia
Las Pequeñas Paranoyas de Motagirl

CANTAR DE LOS CANTARES. quinto poema

 

(el novio)

 

Hermosa eres, amiga mía, como Tirsá,

encantadora, como Jerusalén,

imponente como batallones.

Retira de mí tus ojos,

que me subyugan.

Tu melena cual rebaño de cabras

que ondulan por el monte Galaad.

Tus dientes, un rebaño de ovejas,

que salen de bañarse.

Todas tienen mellizas,

y entre ellas no hay estéril.

Tus mejillas, como cortes de granada

a través de tu velo.

 

Sesenta son las reinas,

ochenta las concubinas,

(e innumerables las doncellas).

Única es mi paloma,

mi perfecta.

Ella, la única de su madre,

la preferida de la que la engendró.

Las doncellas que la ven la felicitan,

reinas y concubinas la elogian:

"¿Quién es ésta que surge cual la aurora,

bella como la luna,

refulgente como el sol,

imponente como batallones?"

 

Al nogueral había yo bajado

para ver la floración del valle,

a ver si la vid estaba en cierne,

y si florecían los granados.

¡Sin saberlo, mi deseo me puso

en los carros de Aminadib!

(el coro)


¡Vuelve, vuelve, Sulamita,

vuelve, vuelve, que te miremos!

 

¿Por qué miráis a la Sulamita,

como en una danza de dos coros?

 

(el novio)

 

¡Qué lindos son tus pies en las sandalias,

hija de príncipe!

Las curvas de tus caderas son como collares,

obra de manos de artista.

Tu ombligo es un ánfora redonda,

donde no falta el vino.

Tu vientre, un montón de trigo,

de lirios rodeado.

Tus dos pechos, cual dos crías

mellizas de gacela.

Tu cuello, como torre de marfil.

Tus ojos, las piscinas de Jesbón,

junto a la puerta de Bat Rabbim.

Tu nariz, como la torre del Líbano,

centinela que mira hacia Damasco.

Tu cabeza sobre ti, como el Carmelo,

y tu melena, como la púrpura;

¡un rey en esas trenzas está preso!

 

¡Qué bella eres, qué encantadora,

oh amor, oh delicias!

Tu talle se parece a la palmera,

tus pechos, a los racimos.

Me dije: Subiré a la palmera,

recogeré sus frutos.

¡Sean tus pechos como racimos de uvas,

el perfume de tu aliento como el de las manzanas,

tu paladar como vino generoso!

 

(la novia)

 

El va derecho hacia mi amado,

como fluye en los labios de los que dormitan.

Yo soy para mi amado,

y hacia mí tiende su deseo.

¡Oh, ven, amado mío,

salgamos al campo!

Pasaremos la noche en las aldeas.

De mañana iremos a las viñas;

veremos si la vid está en cierne,

si las yemas se abren,

y si florecen los granados.

Allí te entregaré el don de mis amores.

Las mandrágoras exhalan su fragancia.

A nuestras puertas hay toda suerte de frutos exquisitos.

Los nuevos, igual que los añejos,

los he guardado, amado mío, para ti.

 

¡Ah, si fueras tú un hermano mío,

amamantado a los pechos de mi madre!

Podría besarte, al encontrarte afuera,

sin que me despreciaran.


Te llevaría, te introduciría

en la casa de mi madre,y tú me enseñarías.

Te daría a beber vino aromado,

el licor de mis granadas.

 

Su izquierda está bajo mi cabeza,

y su diestra me abraza.

 

(el novio)


Yo os conjuro,

hijas de Jerusalén,

no despertéis, no desveléis al amor,

hasta que le plazca.

 

EPILOGO

¿Quién es ésta que sube del desierto,

apoyada en su amado?


Debajo del manzano te desperté,

allí donde te concibió tu madre,

donde concibió la que te dio a luz.

 

(la novia)

 

Ponme cual sello sobre tu corazón,

como un sello en tu brazo.

Porque es fuerte el amor como la Muerte,

implacable como el seol la pasión.

Saetas de fuego, sus saetas,

una llama de Yahveh.

Grandes aguas no pueden apagar el amor,

ni los ríos anegarlo.

Si alguien ofreciera

todos los haberes de su casa por el amor,

se granjearía desprecio.

 

APENDICES

DOS EPIGRAMAS:

 

Tenemos una hermana pequeña:

no tiene pechos todavía.

¿Qué haremos con nuestra hermana

el día que se hable de ella?

- Si es una muralla,

construiremos sobre ella almenas de plata;

si es una puerta,

apoyaremos contra ella barras de cedro.

 

- Yo soy una muralla,

y mis pechos, como torres.

Así soy a sus ojos como quien ha hallado la paz.

 

Salomón tenía una viña

en Baal Hamón.

Encomendó la viña a los guardas,

y cada uno le traía por sus frutos

mil siclos de plata.

 

Mi viña, la mía, está ante mí;

los mil siclos para ti, Salomón;

y doscientos para los guardas de su fruto.

 

ULTIMAS ADICIONES:

 

¡Oh tú, que moras en los huertos,

mis compañeros prestan oído a tu voz!:

¡deja que la oiga!

 

¡Huye, amado mío,

sé como la gacela

o el joven cervatillo,

por los montes de las balsameras!

 

2 comentarios

Reix -

La uni de Salamanca, creo creer k es de estilo renacentista..nop??

Skelv -

Aah, el cantar de los cantares... por traducir este libro "se cargaron" (no lo llegaron a matar) a mi querido Fray Luis de Leon, que aunque fue profesor en la univ. de salamanca, no era ni de salamanca ni de leon, sino de cuenca XDD