Cerveceando ando: Día 15 - Embotellado
¡Seguimos con la aventura cervecera! Ayer realizamos el último paso previo a la degustación (prevista pra dentro de un par de semanas): el embotellado.
A simple vista parecía un paso muy sencillo, pero tenía su complicación. De hecho, no pude hacer muchas fotos porque nos faltaban manos.
En primer lugar, hay que enjuagar las botellas que vamos a usar. Es necesario que sean de cristal no transparente. Yo estuve barajando diversas opciones y finalmente me decanté por estas botellas de colores de un bazar chino, que llevan el típico cierre mecánico de las botellas antiguas de gaseosa. Otra opción que usa muchísima gente es usar botellines de cristal y chapas, usando un cierrachapas.
Una vez enjuagadas, las lavamos con esterilizante y las volvemos a enjuagar, dejándolas secar.
A continuación, mezclamos tres cucharadas de miel en media taza de agua, y lo vertemos en una olla. Los azúcares de la miel provocarán el gas típico de la cerveza, así que si nos pasamos de miel, probablemente nuestra cerveza acabará con demasiado gas. Según nuestra receta, tres cucharadas es la cantidad necesaria para el galón de mosto (3.8 litros) que pusimos a fermentar.
Y ya llega el paso más complicado: extraer la cerveza con un sifón. El sifón se monta con un tubo hueco, colocando el depósito donde se encuentra la cerveza a un nivel más alto que el depósito en el que deseamos verterla (en este caso, la olla donde hemos vertido la miel). Se introduce un extremo del tubo hueco dentro del depósito de la cerveza, y se le extrae el aire (por ejemplo, sorbiendo o llenándolo previamente de líquido). Se baja el otro extremo a un nivel más bajo que el extremo introducido en el depósito y ale, a dejar que la física haga su trabajo... en teoría. A nosotros nos costó bastantes intentos conseguir que funcionase, ya que en cuanto le entra un poco aire al tubo, se fastidia el invento. De hecho en las instrucciones sugieren probar agunas veces con una olla de agua. Os dejo algunas imágenes del making of:
Quizás os pregunteis "¿y toda este lío pa qué? ¿Por qué no lo vuelcas y ya está?". Pues os contesto con una imagen:
Este es nuestro depósito de cerveza. ¿Veis esa capa blanca de sedimento del fondo? Todo eso es poso que no queremos que entre en las botellas, así que verterlo está descartado porque se mezclaría. Con el método del sifón, dejando el extremo de la manguera un poco más arriba del poso, conseguimos evitar que entre.
Por cierto, ¡menudos nervios al abrir por primera vez el depósito! Incluso me emocioné cuando lo olfateé, en plan "¡Oh dios, no me puedo creer que esto huela a cerveza de verdad!" jaja.
Una vez vertido todo en la olla con miel, repetimos el proceso pero vertiendo la cerveza desde la olla con miel a las botellas, hasta obtener nuestra preciada recompensa. Tapamos las botellas (nosotros hemos añadido una membrana de film transparente) y ya lo tenemos:
¡Yay! ¡Misión cumplida! Finalmente, obtenemos algo más de tres litros de cerveza, que hay que dejar reposar otras dos semanas más en un lugar oscuro.
Así que dentro de dos semanas descubriremos cómo ha ido. Aunque yo creo que sólo por el trabajazo que nos ha llevado a mi me va a parecer la mejor cerveza del mundo jajaja
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