Pupurrí veraniego (incluye gatos)
Ay, el veranico, tan calurosico él y yo tan rodeada de libros. Porque si el curso terminó para mí el 26 de julio, y el 2 de agosto ya estaba estudiando para septiembre... ya me direis qué vacaciones son esas.
¿Y por qué tan pronto? Os preguntareis. Pues porque mañana temprano salgo rumbo al campo de trabajo donde pasaré las próximas semanas. Y por para salvaguardar mi integridad mental, en junio me dejé dos preciosas asignaturas para Septiembre: Teoría de Máquinas (cinemática, dinámica, análisis de fuerzas y movimientos, equilibrado de máquinas, engranajes, suicidios colectivos...) y Electrónica Industrial (aka Electrónica de Potencia: rectificadores, reguladores, convertidores, inversores, el infierno en 6 créditos). Y aunque me llevo los libros, no creo que me vaya a sobrar el tiempo precisamente.
Hablando de libros y de Electrónica. Los libros no mienten, siempre dicen la verdad. Incluso aquellos que sacas de la biblioteca y tienen cositas apuntadas de los anteriores 700 alumnos que lo sacaron (no sabéis cómo odio esto). Como muestra, un botón (este me alegró el día, ¡solidaridad estudiantil!):
"Mierda de electrónica"
Cuánta verdad en solo tres palabras.
Así que, en resumen: me voy mañana, desconozco si tendré acceso a internet y mi móvil está medio muerto. Volveré para contarlo, eso sí, con toda probabilidad, más morena (trabajo al aire libre sin una triste sombra) y palillo-mode (combo demoledor de trabajo duro y alimentación a base de rancho de campamento).
¡Pero este post no puede acabar aquí! ¿Qué sería un post veraniego sin una jugosa dosis de tiernos gatitos?
Nuestro pequeño Jasper ya lleva casi un mes con nosotros, y le ha dado tiempo a espabilarse muchísimo. Es más, a veces tengo la sensación de no estar criando un gato sino una silenciosa y despiadada máquina de matar. No hay grillo, zapato o mano que pueda pasar moviéndose cerca de él sin llevarse un mordisco. Y no uno cualquiera, sino de los de morder y estirar con saña. El día que lo llevé al veterinario, en brazos, tuve que bañarme en Betadine. Sin exagerar. Y el veterinario también se llevó su parte. Y todo esto, sin llegar siquiera a un kilo de peso.
Cuando llegó con nosotros, hace un mes, con un mes de vida, era así:
¡Soy tierno y chiquitín! ¡Nunca te haré pupita!
Y ahora es así:
Serious kitten has serious business.
Carita de no haber mordido una mano en su vida
Aunque aparte de morder (ojo, que él es muy fino y arañar no araña, sólo muerde) también ha hecho amiguitos. La otra noche estábamos al lado de la piscina y apareció jugando con un grillo, o al menos dándole golpecitos. No sé hasta qué punto el grillo se lo tomó como un juego o una tortura, porque después de media hora estaba desesperado por largarse, y Jasper lo ponía patas-arriba. Seguro que si llega a ser un grillo como este otro que apareció unos días antes, Jasper se lo hubiera pensado un par de veces antes de darle golpecitos. ¡Es un tanque blindado en miniatura!
Pero no dejemos el tema gatuno todavía. Siempre se ha dicho que cuánto más inviertas en juguetes para gatos, menos caso les hará el susodicho. Estoy descubriendo que es verídico. Le compré unas cuántas pelotitas a Jasper, de distintos colores y durezas, para que liberara con ellas toda su energía. No les dedicó ni medio minuto. En cambio, un día pilló por banda una bola de papel y estuvo como una semana sin dejar de perseguirla. Una botella de plástico vacía quedó también a su alcance y antes de que me diera tiempo a recogérsela, se convirtió en otro juguete improvisado. Lo mismo con la caja de cartón que envuelve los packs de botellas de cerveza. Y cuando se me cayó delante de él un coletero, se convirtió en su juguete predilecto. Me hizo tanta gracia (no tanta como cuando se vuelve loco intentando cazar su cola, pero casi) que tuve que grabar un vídeo:
Aquí hay un video. Si estás leyendo desde un lector de feeds o desde Facebook, probablemente no lo puedas ver si no accedes al elemento principal.
Y para terminar con el tema mininesco (ahora sí), no puedo dejar de presentaros al nuevo gatito de Peibol. Es hijo de Piñita, y es extremadamente mínimo. Nació prematuro (de hecho ni sabían que la mamá estaba preñada) y medio muerto, y nadie apostaba por qué sobreviviera, pero ahí está, dándolo todo y ya con un mes de vida (aunque no lo aparente). La foto es mierder-mierder en calidad, pero este blog nunca ha destacado por lo contrario.
Pues nada, con esto y un bizcocho, voy a ver si me hago la maleta. A ver cómo lo hago para meter ropa de frío y de calor, de trabajo y de ciudad, de baño y de excursión, elementos de supervivencia campestre e ítems de estudio, todo en una única maleta.
¡Nos vemos!
3 comentarios
Maha -
Y qué grande está ya!
Lo mejor para un gato son las bolas de papel, no se cansan de jugar con ellas!
:*
Jordi M. Novas -
makore -
Protégete bien del sol en la vendimia esa y... larga vida a Jasper!