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Las Pequeñas Paranoyas de Motagirl

Literatura Experimental

Experimental XLVII

Te he matado tantas veces que lo único que me falta es amarte hasta morir contigo.

Experimental XLVI


Y cuentan que llovió toda la noche;
que al amanecer, la tierra estaba seca
pero había un charco en la almohada.

Experimental XLV

El viejo apeadero, todo madera oscura, se encontraba semioculto en la niebla de la madrugada.

Ella bajó del tren, todavía algo desorientada por el largo viaje, y comenzó a caminar hacia el mar de hormigón y cristal que era el centro de investigación. Su lugar de trabajo. Desde lo alto del camino descendente se veía nuevo y luminoso, de un gris mate bajo el incipiente amanecer, pero terriblemente irreal. Si un complejo industrial podía ser falso e hipócrita, aquel desde luego lo era.

Tras mostrar sus credenciales a la entrada, pasó delante del edificio acristalado de la cafetería, siendo dolorosamente consciente de la gran probabilidad de que él estuviese dentro, observándola desde el interior, tras los cristales de espejo. Observó su reflejo mientras caminaba: una figura alta y esbelta, con unos raídos vaqueros acampanados que le quedaban demasiado grandes, camiseta negra ajustada, la espesa melena ondeando grácil al viento. Volvió a sentir la mirada de él, desde el otro lado. Apretó el paso.

Mientras ella se inclinaba a su lado para hurgar en las tripas del motor estropeado, él sintió su aliento muy cerca, demasiado, de su oreja izquierda. Café. Chocolate. Y menta. Casi dejó de respirar, y ella lo notó. "¿Te parece que estoy demasiado cerca? ¿Quizá estoy invadiendo tu espacio vital? ¿Tu zona de confort?"
Él sacó fuerzas de la nada y replicó: "¿Mi espacio vital? Un sabio escribió que hay alguien en tu espacio cuando el tiempo que tarda en escucharse un sonoro beso en la oscuridad es menor que una hora." Sin que nadie se lo dijera, el otro hombre que los acompañaba sintió que sobraba allí, e intentó fundirse con la silla, pasar desapercibido. "¿Tanto?"- rió ella, dejando las herramientas y limpiándose las manos en los vaqueros. Él no dijo nada y miró hacia otro lado.

-¿Sabes?- le dijo al encontrarlo durante la madrugada -Nada parece real.
Una vez más, él no respondió. Y ella se dio cuenta de que no se había equivocado. Todos sus recuerdos sobre él eran apenas como la sombra del rastro que deja un sueño mientras se diluye en la claridad de la mañana.

Experimental XLIV

Como siempre digo, soy una señora muy ocupada y sin conexión estable a internet, lo que me dificulta enormemente postear con la frecuencia que realmente me gustaría. De hecho, durante esta semana he estado fantaseando con bastante seriedad en cerrar el blog (sin avisar, of course), pero tampoco es eso lo que quiero. 

En adelante, y durante una temporada, creo que me conformaré simplemente con escribir cuando pueda o cuando sienta que tengoquehacerlo (como ahora), más o menos cripticamente (otra vez: como ahora). Estaba además mucho tiempo (casi dos años) sin dejar caer por aquí ninguno de mis fantabulosos "Experimentales", y cuando la inspiración me dio una colleja hace unos días mientras me lavaba los dientes (nunca sabes cuándo va a aparecer) supe que no podría resistirme a publicar este. Lo he estado incubando unos días y hoy finalmente ha tomado forma. Aunque no me siento en absoluto contenta con el resultado (hace demasiado que no hago esto y no consigo que las palabras expresen al 100% lo que tengo en la cabeza), creo que es bastante aceptable porque a) cuento lo que quiero contar ,  b) está lo razonablemente embrollado para que no cuente lo que no quiero contar y c) en este no muere nadie (¡milagro!). Nos hacemos mayores. ¡Disfruten!

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Él llegó a casa, arrojando las llaves y la camiseta sobre el sillón de la esquina en un rápido movimiento. Era mayo, pero ya hacía bastante calor. Encendió el ordenador con aire distraído, mientras buscaba algo comestible en la cocina. Tuvo suerte, todavía le quedaba una pizza. La metió en el microondas, y se repantigó en el sillón de la esquina (ya que de hecho, era una de las pocas piezas de mobiliario de la casa). Hizo algo de zapping en la tele, sin mirarla realmente. Pensó en su día: había estado bastante bien, aunque su mente había estado totalmente entretenida pensando en lo que pudiera estar ocurriendo en otro lugar a cientos de kilómetros de distancia. Se terminó de convencer de que aquello no era problema suyo, y de que aunque lo fuera, él no podía hacer nada. Apagó el televisor, y puso su ordenador sobre sus rodillas. Tecleó distraídamente algunos comandos, y justo en el momento que el microondas indicaba que había terminado su labor, lo vió. En su pantalla. Los dos círculos. Casi solapados. Se quedó helado de terror por lo que pudiera estar pasando a cientos de kilómetros de distancia, fuera de su alcance. Pasaron varios minutos en los que no pudo moverse ni razonar. Se aferró al "casi" con todas sus fuerzas, y se esforzó en que su voz fuera normal para hacer una llamada aparentemente inocente y comprobar que todo iba bien. "Todo va bien"- se repitió a sí mismo. Era curioso, porque al mismo tiempo que intentaba convencerse de ello, estaba seguro de que no iba bien, de que hacía demasiado tiempo que todo aquello no iba bien. Olvidó la pizza, se preparó un café, y se dispuso a pasar la noche en vela, vigilando atentamente las posiciones relativas de aquellos dos círculos que pendían sobre sus pensamientos como una sentencia funesta.

Ella llegó a casa, arrojando las llaves y la camiseta sobre la cama que llenaba toda la habitación. Era septiembre, pero todavía hacía bastante calor. Encendió el ordenador con aire distraído. Mientras este hacía su trabajo, llegó hasta la cocina y metió una pizza en el horno. Encendió las luces del salón y, mirando al exterior a través de la cristalera, pensó. Su día había sido fantástico, casi perfecto, y sin embargo, aquella nubecita negra seguía planeando sobre sus pensamientos. Se dijo a sí  misma que aquello no era problema suyo, y siguió observando los zancudos y fanfarrias que animaban la calle allá abajo. Parecía una gran fiesta, y se preguntó si debería bajar a participar. Se alejó de la ventana para dedicar toda su atención al delicioso olor que atravesaba las puertas de la cocina, y entonces lo vió. En su pantalla. Los dos círculos. Uno encima del otro con una precisión casi insultante.  "NO"- se dijo a sí misma- "Ni de coña". Apagó el ordenador, apagó el horno, apagó las luces y se metió en la cama. Y se dió cuenta de una cosa: la nubecita negra se había quedado fuera, y descendía con rapidez para mezclarse con los vecinos en la verbena.

Él miró al balcón, donde una luz acababa de apagarse. Y entonces, lo supo.

De pronto, era noviembre y sólo quedaba un círculo en la pantalla. No se lo pensaba poner fácil. Sabían que nadie debería ver el desastre avanzando lentamente, imposible de esquivar.

 

Hoy me gusta la primavera

Flores de ciruelo

Compartió conmigo la efímera y decadente belleza de la sombra nocturna de un ciruelo en flor.

Me hizo un ramillete.

Y luego me vio sonreir.

Experimental XLIII

"El señor S. debe  morir"

El señor C. volvió a  leer el fax un par de veces más, antes de hacerlo una bolita  y tirarlo por la ventanilla. Joder, menuda gracia le hacía tener que currar el día del cumpleaños de su hija. Probablemente las seis velitas arderían ya encima la tarta, y allí estaba él, pasando frío como un gilipollas dentro del coche. Cuando salió de casa apresuradamente, su esposa acababa de ponerle a la niña unos lacitos de terciopelo verde  en el pelo, destacando contra sus encantadores tirabuzones rubios. Esa niñita era un ángel.

"En cincuenta metros, llegada  a su destino"

La vocecilla femenina del GPS lo sacó de sus pensamientos. Intentó imaginarse el aspecto de la señorita que grabó todas aquellas frases. ¿Tendría familia? ¿Una señora bajita o una chica alta quizás? ¿Con pelo corto? ¿Rubia o morena? Siempre se la había imaginado como una oficial de las SS. Hilde, Gerda,  Irna, o algo así.

Avistó un aparcamiento perfecto, justo en la acera opuesta a su destino. Parecía una señal. Un aparcamiento del tamaño idóneo, en el sitio perfecto y semioculto por un par de contenedores de basura. Se dirigió lentamente hacia allí y comenzó a maniobrar. Cuando terminó, apagó los faros y encendió un cigarrillo. Y el señor C. comenzó a esperar. Con suerte llegaría a tiempo para darle las buenas noches a su niña.

Entonces lo vió a lo lejos, caminando junto a los muros.

El señor S. se dirigía a casa. Le hubiera gustado decir que se dirigía a su hogar, pero aquel antro maloliente dificilmente hubiera aceptado aquel calificativo. Al menos le quedaba el consuelo de que no tener que compartirlo con nadie que pudiera juzgarlo. Sólo algún vecino demasiado borracho como para encontrar el agujero inmundo en el que vivía, y sólo de vez en cuando. Esperaba al menos que el tipo que esperaba en su puerta no fuera policía. O mejor aún, que no estuviera  esperándole a él. Sí, sí. Eso era. Seguro que sólo estaba allí esperando a otra persona. Además, no tenía pinta de policía. Sacó la llave, y se dispuso a abrir la puerta.

El señor C. dio un par de caladas más a su cigarillo antes de apagarlo y guardar el filtro en el bolsillo de su abrigo.

El señor S. abrió la puerta, puso un pie dentro de su casa, y volvió la vista justo a tiempo de ver al desconocido de la calle sacar la mano del bolsillo. Pero la mano enguantada no estaba vacía.

*fshk*

*fshk*

*fhsk*

El silenciador del arma del señor C. había cumplido  con  su trabajo a la perfección, convirtiendo  unos potencialmente ruidosos "bang bang" en unos discretos "fshk fshk". El señor C. empujó con un pie el cadáver del señor S. tras la puerta, y la cerró.

Se miró el reloj. Había acabado antes de lo previsto. Seguro que llegaría a tiempo de comerse un pedacito de tarta con  su hija y su mujer y darle su regalo. Incluso podría parar delante de alguna de las decenas de los puestecillos de flores que abrían incluso de noche, y comprarles un par de ramilletes de rosas. Subió al coche y arrancó.

"A treinta  metros, gire a la derecha"

Hilde volvía a obrar su magia.

 

Experimental XLII

Respiraba agitadamente mirando al techo, cuando, de pronto, lo supo.
Sabía qué era lo peor.
No eran los escalofríos, ni los espasmos involuntarios en su cuerpo, ni siquiera la sensación de que a su sangre le faltaba algo (ligeramente tóxico, ligeramente amargo.) Ni los radicales cambios de humor. Ni el zumbido constante en su cabeza, muy profundo. Tampoco las largas horas de insomnio y ansiedad.
No. Lo peor era saber que ambos cargaban con ello. Otra vez. El terror ante el terror.
Quiso llorar de nuevo, pero una inesperada caricia en su brazo lo sacó de sus pensamientos.
Se volvió, y vió sus ojos a través de su pelo, mientras se subía encima de él envolviéndolo con su calor.
Y por otro eterno rato más, olvidaron.
Olvidaron las semanas que estaban por venir.
Olvidaron el futuro.

Experimental XLI

Inspirado por maese Glog, y con su beneplácito:

Alli bajaba. Cruel, desafiante. El fraile gris habló: "Intuyo, joven, kilómetros. La mujer nueva ora paciente: quiere regresar sana.
Tú, usurpador, vuelve. Wagner, xilografiado, yacerá zaino."

Y, removiendo aún más el tema, en versión "al vesre":

Zorras y xerografías. Whisky volando, ululando, tarareando.
Se registró, quería probar. O no: moriría limpiando kioskos, jadeando. Ilusa, halló ganancias.
Fijandose en derredor: "Camarero" - bramó - "¡Absenta!"

Experimental XXI

 

Mientras el coche había estado en marcha, no había habido ningun problema. Te encontrabas dentro, en el asiento del copiloto, sonriendo, contestando con buenas caras, fingiendo que no tenías aquel dolor dentro de tí, que te paralizaba y hacía que todos tus gestos aparecieran como con retraso. Simplemente, fingiendo esa perfección que sabías que él necesitaba tener y acariciar. Pero ahora que el coche se había detenido, tenías que levantarte. Sonreíste una vez mas, y te levantaste como pudiste. Por suerte,cuando aquel rictus de dolor cruzó tu cara, estabas de espaldas. Nadie pudo verlo. Te incorporaste como pudiste e intentaste poner derecha tu espalda, sin exito. Finjiendo buscar algo en el bolso, caminaste encorvada, intentando no cambiar mucho de postura mientras le lanzabas un beso en un leve gesto con la mano. Cuando desapareció en la oscuridad, apoyaste todo tu peso en la puerta, tranquilizándote mientras la abres, alegrándote sinceramente por no haber tenido que contestar a ninguna pregunta. Preferías que no se preocupara por tí. No por no ser egoísta, sino por no tener que responder.

Subes pesadamente la escalera hasta el ascensor, pensando en todo lo que había pasado en los ultimos tiempos. Piensas en toda esa gente de la que, tiempo atras, habías oido sus pecados. Los habías oido, los habías intentado entender y no lo habías coseguido. Te daban asco. Un auténtico asco. Te metes al ascensor y pulsas al boton. Pero ahora tú eras como ellos. Una sombra más en un mundo de luz. Una mancha en muchas vidas. Una basura. Sales al descansillo y te acercas a la puerta, rebuscando las llaves. Nunca entiendes por qué coño siempre las metes al bolso , sabiendo que las vas a volver a necesitar.

Sin embargo, sientes una presencia a tu espalda. Te vuelves lentamente, justo a tiempo para ver cómo el cañón de una pistola apunta directamente a tu cabeza. Oyes el disparo. No enfrente, sino dentro de ti. Dentro de tu cabeza. Habías vendido cara tu alma a un pobre hombre destrozado. Caes como un fardo al suelo. Y desde alli puedes ver sus profundos ojos, ahora húmedos, mientras dirige el cañón del arma a su sien. Tus ojos dejan de ver. Pero tus oidos todavía pueden captar, en ese orden, un leve "te quiero", un disparo y un cuerpo que cae.

Sientes tu cuerpo que se hunde en la oscuridad. Empiezas a sentirte liviana y soñolienta. Ningun problema queda dentro de ti. Oyes, muy lejos, una sirena. No puedes verlo, pero sabes que a traves de la ventana podrías ver la luna brillando en el cielo, rodeada de miles de estrellas. Hoy la noche es húmeda. Y en ese momento, comprendes que has muerto. El frío se instala en tu cuerpo. Huele a rosas en el ambiente. Una campana toca lentamente, anunciando la media noche.

 

 

Experimental XL

y de pronto, en un grito quebrado, el tiempo se
                                                                                    d
                                                                                       e
                                                                                          t
                                                                                            i 
                                                                                              e
                                                                                                 n
                                                                                                   e

 

 

 

 

(aspira)

 

(respira)

 

Cuando vuelve a seguir su curso, todo es rojo y huele a sándalo.

Experimental XXXIX

Una vuelta.

 

Y otra.

 

Y otra y otra y otra.

 

Vuelves a aspirar. Sigue ahí.

Y sabes que esta noche tampoco podrás dormir.

Experimental XXXVIII

Si cuando me den la noticia de tu muerte (real o fingida, no me importa), ves que tardo en reaccionar....

....no es por pena ni dolor, no es porque esté impresionada, ni porque me haya quedado en estado de shock, ni porque sienta un nudo en la garganta, y muchísimo menos (¡¡no, por dios!!) porque miles de agujas colapsen mis ojos luchando por salir en forma de lágrimas.

No.

Lo más probable es que simplemente esté pensando cuál sería la reacción más aceptada socialmente para un ser humano, antes de llevarla a cabo.

Espero que no te importen esos milisegundos, sabes que siempre me costó identificar y fingir mis sentimientos.... cuando los hay.

 

Experimental XXXVII

No necesitaba valium.

No necesitaba prozac.

Sólo necesitaba plantarse delante, junto al amplio ventanal de luz de otoño, señalarle entre los ojos con el dedo, y gritarle al oído las doscientas verdades que ambos sabían pero ninguno se había atrevido a decir en voz alta, como si hacer aquello fuera a invocarlas, traerlas y atarlas a ellos como un lastre invisible.

No necesitaba joyas, ni vino, ni rosas.

Sólo necesitaba machacarlo hasta que se derrumbase. Destrozarlo hasta que también explotase.

Experimental XXXVI

 

y más o menos en aquel momento fue cuando dudamos entre cortarnos las manos o empezar a vivir

 

 

Experimental XXXV

tu cuerpo es altar

tu piel el fin del mundo

Experimental XXXIV

Experimental XXXIV

 

Se llamaba Riccardo y tenía los ojos tristes.

En silencio, en la distancia, me pedía ser La Luz, El Mal, El Origen y el Final.

Se llamaba Riccardo y tenía los ojos tristes, pero nunca llegamos a conocernos.

 

 

 

 

(Perdí mi inspiración, pero ahora he vuelto para encontrarte)

 

Experimental XXXIII

Experimental XXXIII

 

*Bang*

Experimental XXXII

Sombras. Abandonadas.

Casas en el suelo inútiles en cuentos de hadas.

Ceniza de ardientes ramas quemadas.

Lluvia de mar, de agua salada.

Diosas. Aladas.

Luces en el cielo iluminan mi cara.

Sombras aladas de hormigas desesperadas.

Diosas dormidas, de luz desangradas.

 

 

 

Experimental XXXI

 

Ella despertó violéntamente, como cada mañana. Intentó moverse, pero como cada mañana, sus cuatro patas seguían atadas con gruesas cadenas. Sin embargo, aquel día intentó pensar. Recordar cómo había llegado allí. Por lo que ella sabía, la había encadenado un sucio hechicero enemigo antes de autoinmolarse. Tenía la completa seguridad de que eran unas cadenas encantadas, que la clave para abrirlas estaba en su mente, pero no podría encontrarla.

Intentó pensar en él. Quién era. Por qué ella se había dejado encadenar. Y no encontró respuestas. Ni siquiera pudo recordar su rostro.

 

 

Y de pronto,

subitamente,

las cadenas se abrieron.

 

-"Así que era eso... "

Quiso volver a sentir el espeso sabor metálico de la sangre en su boca. Sólo tenía clara una cosa: iría hacia adelante, en busca de su próxima víctima. Sentia una risa maliciosa subir por su garganta, arrastrarse fuera de sus colmillos. Preparaos, descendientes del hechicero, porque vais a morir.

 

 

/******/

Estoy espesa hoy xD

Experimental XXX

 

Tu presencia es un océano de llamas,

arde mi aliento como el sol, iluminado.

Un escorpión envenenado entre mis labios,

una mariposa azul, tenue como lluvia de mayo.

 

 

(O lo que es lo mismo: como convertir una especie de proyecto sobre el individuo A , en una realidad sobre el individuo B)

(XXVI YA!!! madre mia, y eso que llevo un monton de tiempo desinspirada :3 )